Los precios mundiales de ambos recursos naturales registran crecientes incrementos, debidos al conflicto bélico que enfrenta a Irán con Israel y a la guerra tarifaria decretada por el presidente Trump, que impacta al comercio internacional.
Ambos acontecimientos generan un clima generalizado de incertidumbre respecto al comportamiento económico nacional y global, y Honduras no es la excepción, debiendo hacer frente a tales realidades con carácter de urgencia. No somos productores del oro negro, pero si poseemos depósitos de diversos minerales, ente ellos el áureo, codiciado y acaparado desde tiempos inmemoriales. Las exportaciones auríferas hondureñas no cuentan con el debido control estatal: las empresas dedicadas a este rubro no declaran los montos reales extraídos y vendidos. El Departamento de Investigaciones Industriales del BCH elaboro en 1989 el documento “Proyecto Oro”, con el propósito declarado que “la institución participe en la compra del noble metal a los mineros artesanales hondureños, estimulando el desarrollo del sector minero (...). La razón fundamental para la compra de oro es (...) mantener el poder de compra, particularmente cuando se experimentan aceleradas tasas de inflación, descenso de las tasas reales de crecimiento de la economía, creciente incertidumbre económica a nivel mundial”, palabras proféticas y visionarias.
Fue en 1971 durante la administración Nixon que se abolió el vinculo entre el dólar y el oro, lo que motivo a los bancos centrales a incrementar sus reservas en oro como respaldo a sus respectivas monedas. El BCH dispone de mínimas cantidades de oro, a diferencia de las reservas acumuladas en la unidad monetaria estadounidense, gracias a las remesas enviadas por nuestros compatriotas durante décadas. Si el Directorio aprueba adquirir cantidades adecuadas de oro, se contará con mayor respaldo macroeconómico para enfrentar los embates de la coyuntura global actual, que se ignora si logrará ser superada en el mediano plazo.